Foto: Sebastián Granata
Una nueva audiencia por las causas Feced III y IV se realizó este miércoles 6 de marzo. En este juicio se juzgan genocidas que operaron en el ex Servicio de Informaciones de la policía rosarina, ubicado en Dorrego y San Lorenzo. Los represores están acusados de secuestros, homicidios y desapariciones.
En esta audiencia continuaron los testimonios por el caso de las detenciones ilegales de algunos de los miembros de la primera comisión directiva de la Biblioteca Vigil y socios de la biblioteca. En esta oportunidad declararon Victorio Paulón, militante sindical, Celina Duri, ex alumna de la Vigil e hija de Augusto Duri, y Raúl Frutos, hijo de Raúl Frutos. El equipo jurídico de la APDH Regional Rosario, integrado por Gabriela Durruty, Julia Giordano y Federico Pagliero, lleva adelante la querella también por esos casos.
Compartimos parte de los testimonios en primera persona:
Celina Duri: “Pensé que Ibarra me iba a matar”
Mi vinculación con la Vigil es de toda una vida. En el 2004 cuando se conforma la última Comisión de Recuperación de Vigil encontramos tirado un registro de socios del ‘75, de unos 20000 socios, ordenado por número. En ese momento hicimos un trabajo de relevamiento y lo volcamos en planillas de Excel y descubrí que mi fecha de ingreso era la de mi nacimiento. Mi parto fue asistido con la atención materno-infantil de Vigil.
De lo que tengo más recuerdo de la institución fue de todo lo que vivimos y lo felices que fuimos ahí. Iba a la colonia y a la guardería, porque mi vieja trabajaba en la Vigil y era miembro de la Comisión. La guardería era hermosa y tenía juguetes hermosos, cartings, juegos de peluquería, juegos de mesa y sillitas en miniatura. A la tarde íbamos al parque inmenso y miraba por la ventana de primer grado. Tuve que ir a otra escuela porque estaba adelantada, en mis conocimientos, fui a la Integral de Fisherton que trabajaban combinadamente con Vigil parte de los planes de estudio, igual iba a los cursos de la universidad popular y participaba de múltiples actividades.
Vuelvo a Vigil ya en cuarto grado. Tenía doble escolaridad. Una escuela linda, con muchísima libertad, no pedíamos permiso para ir al baño, se avisaba. Discutíamos mucho la disciplina, aunque no con ese nombre, se encaraba la cuestión de relación entre chicos y docentes conversando sobre las opiniones que teníamos. En la biblioteca también pasábamos mucho tiempo y nos enseñaban a hacer registros de los libros. Nunca nos mandaban como castigo a la dirección, nunca.
Eso fue así hasta quinto grado, cuando empezaron a haber cuestiones del entorno político que hizo que todo cambiara en la escuela. La maestra que yo iba a tener, Nora Larrosa, renunció y desapareció en el ’76. Militaba en Montoneros y no quería involucrar a la institución. Otra cuestión fue la situación económica bastante grave que atravesaba Vigil.
Llegó el Golpe en el ’76. Salí a la calle y no había nadie, era un silencio absoluto que me llamó la atención. Cuando toco timbre en lo de mi amiga, me dicen ¿Qué hacés en la calle? Vos no sabés lo que está pasando?. Estos vecinos son los Espejo, que no eran militantes pero tenían claridad. De ahí en adelante, los adultos comenzaron a hablar ciertas cosas en voz baja, los docentes estaban nerviosos y se había cortado parte de la doble escolaridad por los problemas económicos.
Fui guardando imágenes y palabras. La necesidad de entender y comprender hacía que yo estuviera atenta a cosas, a dichos. Me entero que desaparece Nora Larrosa y secuestran a Alicia Vivas. De Alicia recuerdo que se suponía que había estado en Jefatura, que la habían golpeado mucho, que había estado desnuda. Esos relatos me horrorizaban. Le pregunté a mi mama por qué pasaban esas cosas. Resolví que no eran torturadores sino que había monstruos, eso decidí para poder vivir con ese horror, que no podían ser seres humanos.
La cosa se puso casa vez peor. Llegó la intervención a Vigil. Yo estaba en sexto grado. Mis viejos renuncian, casi toda mi familia se queda sin trabajo, muchos vecinos se quedan sin trabajo. La situación familiar era tremenda.
En la madrugada del 10 de mayo, nos despiertan reflectores y gritos que venían de la terraza de mi abuelo, que vivía patio de por medio. Vi que había gente arriba y las luces nos iluminaban. Mi hermano bajó la escalera y me pidió que yo me quede. Se fue, pasó un rato y como no volvía bajé a la cocina. No había nadie. Me voy a la casa de mi abuelo y lo primero que veo es a mi abuela sentada, dura, no hablaba y un señor de traje gris. Mi hermano me dice que se estaban llevando a mi abuelo Platon que tenía 71 años. Yo pensé que el señor era un médico, le decía con gestos feos que se calmara que ya le habían dado los remedios, que se lo llevaban unas horas y lo traían. Mi hermano me dijo que no era un médico y me mandó a cambiarme. Mi mamá estaba en la pieza con mi abuelo, muy nerviosa. Ya había escuchado que se llevaban gente y que no aparecían. Cuando volví de cambiarme ya se lo estaban llevando.
Se habían llevado a mi papá, mi abuelo y mi tío Raúl, además de muchos otros. Yo los iba a ver siempre que podía. No hablaba mucho pero quería verlos.
A principio de año del ’78 se presentó Alcides Ibarra con otras personas a informar que había nuevas directoras en Vigil, el tono era totalmente diferente a lo que nosotros estábamos acostumbrados. Habían impuesto que nos teníamos que parar cuando llegaban los maestros y directores. En un momento dijeron que a las manzanas podridas había que sacarlas del cajón porque pudrían a las otras. Yo levanté la mano y le dije que los chicos no éramos manzanas. Eso fue tremendo, me dijo gritando vos sos la manzana podrida, vos te tenes que ir del salón.
Ibarra controlaba los recreos, se paraba como un granadero, rígido, en un costado con los pies juntos, zapatos lustrados, medio colorado, peinado con gomina, camisa celeste arremangada, era muy alto. Un día me manda a llamar. La maestra no me quería dejar ir pero me acompaña hasta la dirección. Sale Ibarra a los gritos con las manos levantadas, diciendo los vamos a matar a todos, son todos rojos marxistas. Gritaba como loco y nosotras no entendíamos nada. Yo pensé que me iba a matar, porque en el diario había salido que nosotros levantábamos trapos rojos, y él había salido gritando que iba a matar a todos los rojos, yo me agarraba del guardapolvo de la maestra y lloraba a los gritos. De golpe Ibarra cambió de actitud, me hizo pasar y tomar asiento. Se sonrió y me preguntó su estaba mejor. Sacó un pañuelo de su bolsillo, yo estaba segura de que era un pañuelo de mi papá y se lo dije. Me respondió que había muchos pañuelos parecidos. Empezó un interrogatorio sobre mi familia, intimidades, sobre qué reuniones se hacían en mi casa, quienes iban. Me hizo prometerle que le iba a decir la verdad. Yo le dije que no tenía problema en decir la verdad. En uno de esos pasajes me preguntó si yo sabía que no se podía hablar de la gente que desaparecía, yo le dije que sí. ¿Vos no querés que te pase lo mismo no?, dijo. En ese momento cargaba sobre mi espalda salvar a mi familia. Así fue todo el interrogatorio. Antes de terminar me preguntó si había armas en mi casa. Le dije que no entendía. Se me acercó a la cara y me gritó, ¿Vos te haces la estúpida? y empezó a hacer pum pum con la mano y la boca. Y yo digo: ahhh un revólver. Y me dice sí, ¿Nunca viste uno?. No le contesto, y saca uno del cajón y lo pone en el escritorio. (…)
(…) No podemos separar los delitos económicos y los delitos contras las personas, la economía forma parte la cultura, lo que me ocurrió a mí fue por ser hija del presidente de Vigil. Durante añares no nos pudimos acercar a Vigil. Pedíamos el reconocimiento como socios, nos obligaron a dejar de ser socios. Todo el desguace que se hizo es porque no se reconoció a los socios ni a los directivos.
Roberto Frutos: “Los secuestros fueron pensados, selectivos y coordinados”
Yo soy hijo de Raúl Frutos, directivo de la biblioteca y fue vicepresidente al momento de la intervención. Fui a la guardería de Vigil. Tenía cinco años al momento de la intervención. La tarea de mi papá fue fundamentalmente la de bibliotecario mayor, dirigía el servicio de biblioteca, que era muy importante. Es quien además recibe ese 25 de febrero del ’77 a la intervención y ocupación física porque Duri, que era el presidente, estaba de vacaciones. Eran la mayoría personal policial, recién al día siguiente llegan militares. Ocupan todos los espacios, cierran las puestas y hasta horas de la tarde no dejan entrar ni salir a nadie.
A los directivos se les restringe el movimiento dentro de la institución y todo queda a cargo de las fuerzas. Los primeros días de marzo los convocan y ya los interventores tenían elaborada la renuncia de la Comisión Directiva. En ese momento se quedan con unas 45 propiedades. A los 20 días decretan la liquidación sin inspeccionar ningún documento.
Mi papá, después del momento más duro de la detención llevaba un cuaderno de lo que iba pasando. Y aparece ahí la pregunta de por qué habían detenido a unos sí y otros no. Por ejemplo Albino Serpi que era secretario, después entendieron que esa figura no tenía tanto peso en una situación de liquidación o acefalía. Los secuestros fueron pensados, selectivos y coordinados con los grupos de tareas. Por primera vez se dicen las reales razones de la intervención en un comunicado el día 10 de mayo de 1977: hablan de una entidad apátrida y marxista. “Una institución caracterizada así no puede ser más que destruida”, dijeron. Por ser subversiva, que para los parámetros de la dictadura claramente lo era, porque daba educación laica y gratuita para todos.
Victorio Paulón: “La justicia tiene que ver la responsabilidad empresarial”
Pertenezco a un sindicato que sufrió persecución en los años ‘70. En aquellos años la conducción de la CGT no tomaba el tema del terrorismo de Estado y de la persecución, salvo honrosas excepciones, y muchos fueron cómplices. Por esa razón para nosotros fue importante la recuperación de la memoria histórica y de una participación activa en la búsqueda de la verdad.
Proporcionalmente la represión se había asentado en la fuerza sindical en los lugares de trabajo, eso fue lo que se demostró. Luego vino la anulación de las leyes de obediencia debida y punto final. Esto hizo que en el mundo sindical empezara a haber otra mirada hacia los derechos humanos. Empezó también por la insistencia de una nueva dirigencia. Empezó a haber una apertura importante y hoy estamos trabajando en una intersindical donde hay una representación de todos los sectores y se hace un acompañamiento de los juicios de Lesa Humanidad y de las víctimas.
Los 30.000 son parte del movimiento obrero al igual que los fusilados de la Semana Trágica, de la Patagonia Rebelde, del Cordobazo y demás. Uno de los elementos más importantes es la búsqueda de la unidad del movimiento obrero hoy.
Yo trabajaba en una fábrica Wilber, que estaba en Pavón, en el momento que se producen las primeras tomas de fábricas exigiendo las elecciones libres sindicales. Pero como en Acindar había una lista opositora, la UOM no quería que haya elecciones. No las permitió y echaron a Pichinini. Eso tuvo como consecuencia la toma de la fábrica con rehenes. Finalmente la elecciones se hacen y gana la Lista Marrón. Esto fue marzo de 1974. Pero unos meses después hacen una intervención militar y policial para tomar la fábrica. Ahí detuvieron a más de 120 compañeros. En la provincia gobernaba Silvestre Begnis. Doce días después nos llevaron a la cárcel de Coronda y ahí los compañeros me eligen delegado.
Hay en la justicia algo que no se terminó de dilucidar, que fue la responsabilidad empresarial, la colaboración material, como el caso de la Ford, hasta entregar lista de activista y delegados. Esto fue posible por la complicidad civil y económica. Es muy importante entender dónde se gestó y quienes se beneficiaron del Golpe de Estado. Me parece muy importante el trabajo del Poder Judicial pero la cuestión central es el modelo de país que nos quisieron imponer, que volvió en los ‘90, vuelve ahora. Pero no lo van a lograr nunca porque el sindicalismo en nuestro país es una conquista.