Un viaje a la memoria, contra la impunidad

Hace unos días, nos subimos al auto y arrancamos un camino para desandar el olvido. Previa pasada por Laguna Paiva, donde los abrazos y el cariño ya nos son familiares. Nos unimos a integrantes de la familia Paez-Medina y salimos rumbo al campo.

Más de 300 km, al medio de la nada misma. Al lugar donde 41 años atrás, una patota de GENOCIDAS decidió tomar en sus manos la vida y la muerte, la persecución sin razón alguna de un grupo familiar que, en su gran mayoría -16 o más- estaba compuesto por niñas y niños.

Infancias de entre 8 meses y 14 años. Todos «chupados», secuestrados, torturados y vejados junto a sus padres, tíos/as, hermanas/os y el resto abandonados a su suerte…en ese campo.

El mismo lugar donde nos recibieron días atrás. Nos preguntamos: cómo hicieron los milicos para llegar hasta acá. Si ahora es difícil, impensable 40 años atrás. No cabe en nuestras cabezas tanto daño premeditado, tanto ensañamiento, contra bebés, niñes y adolescentes.

Algunas cosas no cambiaron: no tienen agua potable ni luz eléctrica. Zafan con unos paneles solares que no alcanzan. No hay conexión a nada. Con suerte y viento a favor, llega la transmisión de un viejo aparato de radiofrecuencia. Los celulares se tornan aparatos innecesarios o inútiles.

Para llegar al rancho de Esteban Rams -la casa de Miguel Paez- hay que atravesar un camino inhóspito, sol, tierra árida, vegetación escasa y el canto de los pájaros. Para proveerse de alimentos, hay que hacer 10 km para llegar al pueblo. Y rogar que no llueva, y si llueve, olvidate!. No hay forma de salir ni de entrar. Se inundan los canales y solo a caballo tal vez …

Fuimos a explicar el sentido de las indagatorias tomadas en tribunales en días anteriores. A resignificar y agradecerles el testimonio individual y colectivo, que en muchos casos, salía por primera vez de sus entrañas. Jamás pudieron poner en palabras lo vivido. Hasta la actualidad.

En este presente -imperfecto- nos depositaron su confianza y sus sentires más íntimos. Una organización de DDHH que recepciona y acompaña esos testimonios desde hace 45 años, los hace suyos para pedir condena, cárcel común, perpetua y efectiva para los genocidas torturadores y asesinos que irrumpieron y dañaron para siempre esas inocentes vidas que recién se iniciaban.

A más de 40 años, nuestra regional sigue luchando y peleando judicialmente para que ningún genocida quede impune.

Se viene la segunda elevación a juicio de la causa Laguna Paiva. Chartier se murió. Sí, pero condenado. Seguiremos persiguiendo esa JUSTICIA que a veces llega tarde, pero aún así, es necesaria y reparadora para esas niñeces atravesadas por la sinrazón de la violencia del terrorismo de estado. Justicia para esos hombres y mujeres que crecieron con toda esa impunidad en sus cuerpos. Justicia para mitigar tanto dolor acumulado por años.

Verónica Gauseño

Presidenta APDH Rosario

 

Memoria, Verdad y Justicia.
NO OLVIDAMOS – NO PERDONAMOS – NO NOS RECONCILIAMOS.

 

 

 

 

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