El derecho de vivir en paz

 

Por Federico Nicolás Pagliero, miembro del concejo de presidencia de la APDH Argentina e integrante del equipo jurídico de la regional Rosario de APDH.

El título de esta columna de opinión es una canción de Víctor Jara que se transformó en consigna de lucha. “El derecho de vivir en paz”  y la palabra “dignidad”,  todavía dan vueltas en mi cabeza y son el arma más potente de las chilenas y los chilenos en este despertar.

No soy un experto politólogo, ni un periodista encargado de asuntos internacionales, escribí estas líneas de opinión sobre nuestro hermano país de Chile, porque me siento un chileno más, los límites han desaparecido y ese perfume de levantamiento o revuelta popular ha quedado impregnado para siempre en mi corazón. Formo parte, como abogado, del equipo jurídico de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH) y en representación de la misma viajé tres veces a Santiago de Chile a partir del estallido social. Recorrí las calles de Santiago en los meses de Noviembre, Diciembre de 2019 y en Enero de 2020.

El 18 de Octubre de 2019 es una fecha bisagra en la historia de Chile. Días previos a ese “primer viernes”  les estudiantes secundarios comenzaron a evadir los molinetes del metro o subte como protesta por el aumento del pasaje. Ese clamor de la juventud chilena levantó a casi toda la sociedad y la empujo a salir a las calles. Movilizaciones de millones de personas se acontecieron a lo largo y ancho del país.

El paradigma del invidualismo de la sociedad de mercado se extinguió. Me impactó mucho la solidaridad de la gente. Ante la brutalidad represiva de fuerzas especiales de carabineros, aflora la ayuda del otre. El primer día que llegue a Santiago fue el 15 de Noviembre de 2019. Era un viernes, y los viernes son los días más convocantes de las movilizaciones. Estaba muy ansioso por llegar a la “plaza de la dignidad”. La comilla tiene una historia hermosa. La plaza epicentro de las movilizaciones era llamada Plaza Italia. Rápidamente después del estallido social fue llamada popularmente como PLAZA DE LA DIGNIDAD. Ese primer viernes no pude llegar a la plaza de la dignidad… padecí la primera represión estando en Santiago. Las bombas lacrimógenas volaban a una velocidad increíble, los carros de ataque nos encerraron. Pensé lo peor. Comenzamos a correr y me separe del grupo de compañeras con las cuales estaba allí. Avanzaron las camionetas de asalto tirando gases. Me ahogue, no podía ver. No tenía celular ni manera de comunicarme con mis compañeras. Estaba perdido y cegado. En ese momento dos jóvenes me tranquilizan, me preguntan si era argentino. Les dije que sí, y que había viajado a Chile para apoyar la lucha popular. Nos abrazamos. Un momento que jamás olvidare. Luego me encontré con mi grupo y nos escapamos de la zona. Así terminan las movilizaciones, escapando.

Chile despertó” fue otra de las consignas. “No son 30 pesos, son 30 años” retumbaba en mis oídos, en clara alusión a que el levantamiento popular no se daba por algo particular como el aumento del metro, sino por la política económica-social-cultural  de los distintos gobiernos democráticos, que lejos de establecer un cambio, pasan a  coadministrar y cimentar el modelo dictatorial sin ninguna modificación. Esto me lo explicó una gran amiga llamada Haydee Oberreuter, gran luchadora, sobreviviente del terrorismo de Estado de los 70’,  la cual llamó a la transición democrática “la política de los consensos”. Es decir, nunca se modificó ni se propuso modificar toda la estructura económico-social-cultural-legal de los años del terror de Pinochet.

Esa sociedad, que desde las grandes esferas de poder quisieron mantener en silencio, despertó. Movilizaciones diarias exigiendo cambios estructurales. Fui testigo de lo vivido dentro de esas movilizaciones, y puedo aseverar que nunca había sentido ese calor y esa fuerza popular. Caminando por las calles de Santiago es difícil mirar para adelante; todas las paredes están intervenidas culturalmente por este “despertar”, dibujos, colores, frases, consignas, mensajes, recuerdos, homenajes a las asesinadas y los asesinados en manos del Gobierno asesino de Piñera. La música y los canticos en mis oídos nunca se detuvieron; bandas musicales y artistas desbordaban las movilizaciones y acompañaban a les compañeres de la primera línea “haciéndoles el aguante”.

Todo este despertar no fue para nada gratuito. El feroz gobierno neoliberal despliega todo su poderío a fin de atemorizar a la sociedad y acallar las voces de casi toda una sociedad. Decenas de Homicidios, Abusos sexuales a quienes son detenides, más de 400 mutilaciones oculares, secuestros, presos y presas políticas, son en pocas palabras el accionar terrorista del Estado Chileno. Estas violaciones sistemáticas a los Derechos Humanos, las denunciamos como APDH en Santiago de Chile ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), a la cual le solicitamos instara al Gobierno Chileno al cese de la represión, y a la protección de personas. Todavía estamos esperando alguna respuesta de este órgano internacional.

¿Cómo puede explicarse la magnitud y  la cantidad de movilizaciones populares? ¿La gente no se cansa?  La respuesta la escuche varias veces: “Nos han quitado tanto que nos quitaron hasta el miedo”. Porque la realidad en Chile es un golpe en el mentón. La sociedad de mercado maneja los hilos de la economía en su máxima expresión, el neoliberalismo en su máxima tope es quien decide quien muere o quien puede tener un tratamiento médico. Al terminar la secundaria, les jóvenes para poder emprender una carrera universitaria deben endeudarse por millones de pesos. Las pensiones por jubilaciones son una miseria y las personas de la tercera de edad trabajan hasta morir y entregando sus últimas gotas de sudor al gran empresariado. La deuda es la forma de vivir, y con ello, la mejor manera de controlar la sociedad.

Los chilenos y chilenas, un pueblo que fue capaz de proponerle al mundo el camino al socialismo por la vía democrática en 1970 de la mano de Salvador Allende, fue enterrado por 17 largos años de dictadura. Torturas, asesinatos y desapariciones de toda una generación que soñaban con un mundo mejor. Luego la vuelta a la democracia por medios de los “consensos” y del que hacer “en la medida de lo posible”. En la práctica significó garantizar la impunidad a los perpetradores del  crimen de crímenes: GENOCIDIO. Y continuar con el modelo económico de libre mercado. Tal es la magnitud de la continuidad de las políticas dictatoriales, que la Constitución Nacional Chilena de 1980 modificada por la dictadura Pinochetista sigue vigente rigiendo la vida de millones de chilenes.

Es tan impresionante el grado de impunidad, que en el año 2003 se estableció la primera comisión calificadora de victimas de la dictadura cívico militar (VALECH), imponiendo 50 años de silencio y prohibiendo acceso incluso a los tribunales  de sus denuncias y testimonios, impidiendo que la historia de la sociedad sea traducida por sentencias a través de procesos de memoria verdad y justicia y que ese relato sea el que escuchen y conozcan las generaciones futuras.  Impresionante resulta que la ley de amnistía redactada en plena dictadura continúe vigente en el ordenamiento jurídico.

¿Cómo puede entenderse tal impunidad? Lo que si puede entenderse es la lamentable REPETICIÓN. El famoso NUNCA MÁS, no rige en nuestro país vecino. Junto a una ininterrumpida militarización y criminalización del pueblo mapuche, existen en pleno 2020 Centros clandestinos de tortura, jóvenes mutiladas/os y asesinadas/os por el Estado Terrorista, leyes para encarcelar a luchadores/as sociales y criminalizar a la protesta en general que ya cuenta con más de 2000 presxs por luchar y el inédito dictado de excepción constitucional, declarando estado de emergencia que sacó a militares a las calles, con la intención de liquidar al movimiento social. Un gobierno que no conoce otra línea de acción que la represión; gobierno conformado por muchos ministros y personas que trabajaron codo a codo junto a Pinochet.

A causa de la pandemia que afecta al mundo entero, la movilización social se tomó un descanso. Lo que no cesa es la rabia colectiva. “La primera línea”; jóvenes valientes que dan cara a “los pacos” en las movilizaciones populares y protegen al resto de manifestantes, son quienes están higienizando el transporte urbano y distintos lugares de aglomeración de personas para cuidar a la gente del coronavirus. A eso llamo PODER POPULAR. ¿El Estado? Ausente y asesino. Chile es el único país en Latinoamérica en lucrar con el test de COVID-19 (alrededor de $2500 argentinos) y no ha implementado ninguna política de Estado para proteger a su población.

Volveremos con más fuerza”, me dice una gran amiga.

No olvido los más de 2000 presos y presas políticas. No olvido a quienes fueron asesinadas y asesinados y hoy son nuestres mártires. No olvido los y las más de 400 mutilados/as en sus ojos. No olvido los y las abusadas/os sexualmente por efectivos del Estado. No olvido a los y las torturadas.  No olvido a los y las 30 mil desaparecidos/as e en nuestro país. Exijo libertad a los y las presas políticas, juicio y castigo para Piñera y todos/as les responsables del Terrorismo de Estado en nuestro vecino país; la continuación sin demoras en nuestro país de procesos de memoria verdad y justicia. Exigiendo que el único lugar para un genocida es la cárcel común y efectiva

Hasta que la DIGNINIDAD sea costumbre acompañaremos al pueblo Chileno y con los y las 30.000 como bandera, NO DOY VUELTA LA PAGINA, NO OLVIDO, NO PERDONO Y NO ME RECONCILIO.

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