«Detrás de la bandera patriótica, una dictadura se caía»

El 2 de abril se cumplieron 40 años del desembarco de las tropas argentinas en las Islas Malvinas. Por ese entonces, varios jóvenes -en su mayoría entre 18 y 19 años- fueron enviados allí con mínimos recursos, mal alimentados y una escasa instrucción en combate, con la misión de recuperar las islas. De esta manera, la Junta Militar reavivaba un viejo conflicto de soberanía entre Argentina y Gran Bretaña, iniciado con la ocupación de esta última en 1833, e intentaba mantenerse así en el poder y ocultar la crisis económica, política y social que se vivía.

El conflicto bélico duró74 días, murieron en combate 649 soldados y más de 500 sobrevivientes se quitarían la vida con el correr de los años, producto de las secuelas psicológicas y físicas.

El equipo de prensa de APDH Rosario habló con Edgardo Barbero, veterano de guerra -clase 62- y actual Consejero Nacional de APDH Argentina, para pensar a fondo sobre la importancia de esta fecha.

Descubrir la intención agazapada

Edgardo reconoce que Malvinas continúa siendo una contradicción profunda en su persona. Observa toda una construcción social alrededor del servicio militar, arrastrado de la época cuando en “la escuela primaria te enseñaban el tema del deber a la patria y, en la misma sociedad civil -en el pueblo que vivía- todos los años se realizaba el ‘Baile de los conscriptos’, para despedir a los colimbas que año a año eran sorteados y tenían que ir a hacer el servicio militar obligatorio”. Recordó que en ese momento nadie veía en el horizonte un conflicto. “De la guerra, nosotros nos enteramos en altamar, dos días después de haber zarpado. En el medio del mar, nos dijeron ´mañana vamos a tomar Malvinas´”, y agregó que no tuvieron posibilidad alguna de reflexión e incluso lo tomaron inconscientemente: “no existía el miedo, pero no por un coraje impostado, sino porque no existía la consciencia de lo que podía ser una guerra y tampoco tuvimos el miedo hasta que terminó la guerra”.

El final del combate armado no solo significó la consciencia y el miedo en quienes regresaron, también dejó secuelas imborrables. Regresar y descubrir que esa parte de la sociedad que no se hizo cargo de prepararlos, tampoco estaba para recibirlos después de una derrota, fue un golpe muy duro. Barbero consideró a ese abandono social como “un primer impacto” y el segundo “fue cuando vine a la ciudad (Rosario), a estudiar en la facultad y a militar en el Partido Intransigente”. En la casa de estudios conoció  compañerxs que habían estado presxs, habían sido torturadxs “y fueron las personas con las que yo coincidía absolutamente en la visión del mundo, y eso me ayudó a ver en perspectiva lo que fue Malvinas y a entender que había sido el último manotazo de ahogado detrás de la bandera patriótica, de una dictadura que se estaba cayendo a pedazos”.

Todos los interrogantes e inquietudes que le generó Malvinas los fue llenando al tomar conocimiento de todo lo acontecido durante la dictadura, “las torturas, secuestros, eso me hizo tomar mucha distancia de lo que fuera militar”. Fueron esos vejámenes cometidos por los genocidas, en complemento con una lectura político-económica, los elementos para sellar su absoluto alejamiento del entorno militar. La carta jugada por la dictadura produjo contradicciones por tratarse de quién estaba en frente. “Se confrontó con el imperio inglés, un invasor de nuestro territorio. Y con la OTÁN, alineada con Inglaterra”, esa discordancia, la saldó al ver el modelo neoliberal instalado en el país y los intereses a los cuales respondía.

Derechos humanos: un mensaje atemporal

Al ser consultado sobre qué implica una mirada sobre Malvinas desde la perspectiva de derechos humanos, Edgardo explicó que los abusos y tratos crueles continuaron siendo moneda corriente de las autoridades y superiores hacia los jóvenes soldados mientras estuvieron en suelo malvinense. Como actual militante de un organismo de derechos humanos, expresó “en primer lugar, el derecho humano fundamental es el derecho a la vida, y toda guerra es la negación absoluta de la misma. Desde una mirada abarcativa, no se puede avalar ningún tipo de guerra”, esto en una primera observación en un marco general.

Profundizó sobre la crueldad recibida en la estructura militar durante esos meses de estallido bélico. Luego explicitó su postura respecto de esta situación, la cual “es una mirada absolutamente crítica desde un punto de vista de los derechos humanos”. Esos abusos, torturas, “forreo permanente, eran naturales dentro de las Fuerzas Armadas”. Con el conocimiento de “haber vivenciado la formación militar del colimba”, acerca de la noción de aquellos superiores y la relación asimétrica imperante establecida: “Los ejercicios físicos hasta caer extenuado, todo tipo de verdugueo…, en una situación de guerra, esas cuestiones se exacerban. Están entrenados para matar o morir. Existe mando o subordinación absoluta”.

Barbero extendió su análisis con perspectiva en derechos humanos. Además de volcar su visión sobre los hechos previos, se refirió a la apropiación del sentido sobre la guerra: “En un primer momento, había mucho temor a que se utilizara como una reivindicación de la dictadura, y hoy en día, el sentido patrio también tiene distintas interpretaciones. Por ejemplo, reivindicar Malvinas, los recursos naturales, pero después permitir que una empresa extranjera explote, se lleve todos los recursos y no quede nada para el pueblo argentino es una fachada falsa de patrioterismo”, como también lo es “ir a pelear por el territorio patrio que es Malvinas, pero luego mandar a reprimir Mapuches por reivindicar su pertenencia a la tierra, para desalojarlos y darles lugar a grandes terratenientes o propietarios extranjeros”. Asegura que esto “sigue siendo una disputa ideológica y de sentido”.

Señaló la hipocresía de quienes utilizan la causa de soberanía como bandera pero avalan el desalojo de los pueblos originarios. Eso constituye una apropiación en sentido contrario al del pueblo y los derechos humanos. “Si uno reivindica Malvinas como tierra ocupada por un imperio extranjero, no puede hacer menos que respetar y respaldar a todos los pueblos originarios que reivindican la posesión de la tierra en nuestro país”, explicó.

Acompañar y sanar

Como cada año, participó del acto oficial que se realiza en el Cenotafio -monumento a los caídos de Malvinas- y de la vigilia del día anterior. Comentó también que si bien estuvo embarcado y formó parte de la flota de mar en el buque Punta Médanos, -donde participaron del operativo de la toma- no formó parte de un combate directo y no sufrió ver a un compañero caído. Pero “voy a esos actos por apoyo y respaldo a los compañeros que sí lo sufrieron y al igual que muchos, sufrieron el abandono y olvido durante los primeros años posteriores a la guerra”. De esa relegación o desamparo devienen más de 400 muertes por suicidio o enfermedades resultantes de las batallas. “Muchísima gente muerta como efecto de la guerra. Era totalmente evitable y no se evitó porque no hubo nadie que se hiciera cargo. Ningún gobierno o sector de la sociedad”, enfatizó.

Al final de la entrevista, contó una anécdota que deja al descubierto visibles cicatrices de lo que significó la guerra a pesar del tiempo transcurrido. Poco menos de 10 años atrás, estuvo en un acto junto a la madre de un fallecido en el Belgrano – buque hundido-. Ella le comentó:“Dicen que los ingleses todavía tienen prisioneros argentinos en la isla, ¿mi hijo no estará entre ellos?”. Fue un momento muy movilizante, escuchar a una madre aferrándose al mínimo vestigio de esperanza, es un “hueco grande que queda en muchos de los compañeros y de los familiares, y el acompañamiento es muy importante. Por eso participo siempre de los actos”.

Al respecto, reflexionó: “El acompañamiento, es muy importante, porque las heridas en el alma de muchos sobrevivientes se curan con un poco de compañía y de caricias. No conozco otro remedio.” Para finalizar, comentó que varias veces ha recibido invitaciones para dar charlas en las escuelas, pero este gesto siempre lo quiso para “los compañeros que más habían sufrido y estado expuestos”, las rechazó porque “nunca me consideré a la altura de ellos”.

 

Texto: Noelia Castañeda y Lautaro Ruiz

Fotografías: Franco Trovato Fuoco

 

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